16-02-2015
Un mártir, una mujer o un hombre muy sufrientes y sacrificados por los demás, pueden en realidad estar ejerciendo un gran control sobre el resto de los miembros de su familia, haciéndoles sentir culpables y no dejándoles libertad para liberarse de su influjo.
A veces las víctimas tienen mucho más poder en la familia que el mandón exigente y gritón que parece ser (solo lo parece) el que tiene el poder y control del clan.
Alguien constantemente enfermo que debe ser cuidado por los otros es alguien que busca que se hagan cargo de él…que le paguen algo que le deben a él o a un ancestro.
Dos personas que se odian en el seno familiar pueden en realidad estar siendo muy leales el uno al otro y defender la misma causa.
Y luego están los pactos no verbalizados.
Una mujer es infeliz debido a su lealtad a la infelicidad de su madre, enfadada con los varones, enfadada con la vida y con el modo en que ésta la ha tratado.
Alguna de sus hijas, por amor inconsciente a ella, perpetuará en su vida esa infelicidad. Incluso aunque se lleve mal con su madre, tengan continuas peleas y dejen de hablarse mucho tiempo, la hija es leal a la infelicidad de su progenitora y, aunque conscientemente parece luchar por ser feliz y trata de abrirse camino en la vida, inconscientemente elige relaciones que, con el tiempo, no funcionarán, practica conductas que a la larga la autodestruirán y solo la harán daño… Así se manifiesta su lealtad.
Porque en el fondo, hay una gran lealtad, un gran amor ciego a aquellos que nos trajeron al mundo, incluso aunque les odiemos, no nos hablemos con ellos o nuestra relación sea distante o inexistente.
Creemos conocer las causas y las respuestas, pero no sabemos NADA.
Nuestra mente consciente- y nuestro inmenso e inútil ego- cree conocer las respuestas a nuestros problemas, pero no tiene la menor idea, ni la más puñetera idea, de lo que está sucediendo en realidad por debajo de esas apariencias.